ELS QUATRE GATS   
(el hostal de la bohemia)

 

CATALÁN……….….…..ESPAÑOL

La taberna del movimiento modernista en la Barcelona de finales de siglo XIX

EL LOCAL: En 1895 Josep Puig i Cadafalch, entonces aún un joven arquitecto de quien ya se entreveía un talento singular, dirigió la construcción de la casa Martí de la calle de Montsió partiendo de una estructura arquitectónica inspirada en formas medievales del gótico europeo, y vistiéndola con elementos ornamentales de tradición catalana como la cerámica o el hierro forjado, que le proporciona una atmósfera exterior de castillo de hadas encajonado entre pasajes y un aspecto confortablemente casero en el interior. Y es precisamente esta mezcolanza lo que tan bien ajusta a els Quatre Gats, el cabaret que se instaló y la gente que, de manera incondicional, lo frecuentó: artistas e intelectuales dichos modernistas, que huyendo de los gustos de la burguesía del momento, del naturalismo y la retórica romántica, preconizaron un cambio ideológico y cultural destinado a afectar al conjunto de las artes e, inspirados por los aires simbolistas e impresionistas que soplaban de la Europa occidental, lo adaptaron a la catalana y lo convirtieron en uno de los movimientos más fértiles e interesantes de la historia del arte en Cataluña.

 

 

 

Le chat Noir (la inspiración)

 

Pere Romeu (el hostelero)

 

Miquel Utrillo ( el promotor)

 

 

EL PROYECTO: Pere Romeu nació en Torredembarra el año 1862 y, a pesar de que no se le conoce como a un artista en su significado más académico, empezó como pintor para dedicarse después a diversas actividades relacionadas con el mundo artístico emergente de la época. En un viaje a los Estados Unidos, junto con Miquel Utrillo montó espectáculos de sombras chinescas, actividad que volvería a desarrollar como ya veremos en Montmartre (París) y en Barcelona. Romeu fue un personaje heterogéneo, d'ossària cantelluda (de osamenta angulosa) y corpulencia de bonachón además de imaginativo y original, de quien se ha explicado multitud de anécdotas ahora difícilmente comprobables pero permanentemente situado como parte integrada, y también integradora, del núcleo más distintivo del modernismo catalán. Tendría unos treinta años cuando de América pasó a París donde, al lado del creador del cabaret Le Chat Noir, el gran Rodolphe Salis, trabajó en todo: espectáculos de sombras, animador, camarero... y en este ambiente, uno de los legendarios del período eufórico de la Belle Époque, Pedro, animado, maduró  la idea de extrapolar a Cataluña este tipo de café-artístico. Así pues, en el año 1897 lo encontramos en Barcelona dispuesto a fundar una taberna para artistas bohemios y a ser su alma y hostelero pero, para eso, eran necesarias dos condiciones esenciales: aliados a quien contagiar el entusiasmo y espíritu de aquella empresa y, sobre todo, la inevitable ayuda financiera. Para la primera premisa, su amistad con Utrillo despejó el camino por donde encontraría a dos magníficos implicados: Ramon Casas y Santiago Rusiñol. Y he aquí los cuatro puntales o los cuatro gatos iniciales que aportaron la energía motriz de aquel proyecto.

 

 

 

 

Portal del establecimiento en la actualidad

 

Dibujo de Picasso para la carta de menús

 

EL PRINCIPIO:  Los bajos de la casa Martí, desocupados del despacho de abogados que regentaba Narcís Verdaguer eran, por su céntrica situación y original estructura, un lugar adecuadísimo para ubicar el hostal, pero Romeu no volvía precisamente enriquecido de Montmartre. Casas, en cambio, era un hombre rico (ya había expuesto con éxito en las mejores salas de Barcelona y también en Chicago y París) y quiso colaborar junto con Rusiñol en la puesta en marcha de lo que había de ser cenáculo de los modernistas. Dos personajes más, como mínimo, participaron en su financiación: Un tal Maties Ardeniz, anticuario o quizá trapero venido a más, y el banquero, senador y presidente de la Cámara de Comercio Manuel Girona, para quien trabajaba como cocinera la madre de Corina, esposa de Romeu. Con todas estas aportaciones tuvo lugar la apertura de els Quatre Gats el 12 de junio de 1897. Santiago Rusiñol escribió el anuncio: A las personas de buen gusto, a los ciudadanos de río a río, a los que además del alimento para su cuerpo necesitan alimentar el espíritu, Pere Romeu les anuncia que en la calle de Montsió (...) estará abierto un establecimiento tan propio del disfrute de los ojos como nutrido de buenas cosas para complacer el paladar (...) y lo adjetivaba como hostal, madriguera, museo, taberna, gótica cervecería, lugar de amistad... y todo eso fue al largo de seis años. Hasta otro junio: El de 1903.

 

TERTULIAS Y EXPOSICIONES DE ARTE: La exposición de cuadros permanente en els Quatre Gats era presidida, en la pared frontal de la entrada, por dos grandes telas de Casas: Una, su autorretrato junto con Romeu en una bicicleta tándem y la otra, los mismos personajes a bordo de un Charron, el automóvil del pintor, y encima del capó, Ziem, un perrito terrier del artista. Las paredes eran cubiertas literalmente por cuadros, reproducciones, dibujos, cerámica y toda clase de cacharros. De exposiciones temporales hubieron para todos los gustos: Regoyos, Nonell, Pichot, Gosé... y también Picasso cuya exposición, por cierto, fue todo un fracaso económico y es que tal como escribe Francesc Fontbona, aquellas exposiciones no tenían una excesiva transcendencia, ya que els Quatre Gats no dejaba de ser un local marginal; por este motivo veremos que ni Casas ni Rusiñol, a pesar de ser de la casa, no hicieron nunca allí una exposición particular, ya que ellos, plenamente consagrados, tenían las puertas abiertas a las galerías comerciales de la ciudad.

Las tertulias eran animadísimas y
se hacían por la tarde y por la no-
che.  Se  hablaba  sobre  todo  de
política, filosofía y arte, alrededor
de  mesas  de  madera de nogal  y
sentados en sillas pintadas de rojo.
La  pérdida  de  las colonias espa-
ñolas y la inestabilidad política de
finales de siglo XIX, la inquietud
por las nuevas formas del arte y el
pensamiento, la devoción por el e-
xotismo,  el cambio,  el eterno  in-
conformismo, son ejemplos de los
temas debatidos entre los conter-
tulios modernistas.Una de las que


Dibujo de Opisso de una tertulia en Quatre Gats

tuvo más eco fue la que presidió
Rubén Darío, en una visita efec-
tuada al local. El hostelero orga-
nizó un sensacional montaje pa-
ra que aquella tertulia tuviera el
éxito  que  correspondía a tan i-
lustre literato y,  efectivamente,
parece  ser  que  fue  una noche
memorable con el local lleno de
artistas  y  ciudadanos  curiosos
para  conocer  y  escuchar al fa-
moso poeta modernista. En esas
jornadas  también se hacían lec-
turas  y  concursos  literarios de
los  cuales  salieron dos revistas.

En estos debates, sin embargo, no se mezclaban toda clase de artistas. Al contrario; al margen de los modernistas consagrados que dominaban el cotarro, los neófitos escuchaban de lejos, tímidamente algunos y con un cierto desprecio de jóvenes osados otros, las reuniones a las cuales, de hecho, todos ambicionaban llegar como contertulianos considerados y artistas de renombre. Y a fe que muchos de ellos lo consiguieron plenamente.

CONCIERTOS, SOMBRAS XINESCAS, TITERES... A pesar de que el servicio era esmerado y el tabernero se
esforzaba en complacer a los concurrentes, se dice que la cocina de els Quatre Gats no era precisamente exquisita y, tal como reconoce Josep Pla, las raciones eran siempre una pura ilusión del espíritu pero la cervecería no se constituyó ni para que proporcionara grandes beneficios ni para convertirla en un ateneo gastronómico sino, tal como ya hemos comentado, como epicentro del llamado modernismo barcelonés. Tampoco pretendió nunca llegar a ser un club elitista de intelectuales y artistas en su concepto más riguroso, sino más bien como un lugar de interés popular y social donde todo el mundo, hombres, mujeres y niños, artistas y gente de la calle, tuvieran acogida. A menudo se daban recitales y pequeños conciertos; algunos de calidad incuestionable pero otros que eran simples improvisaciones al piano del local o ni siquiera eso, ya que a menudo algunos asiduos, imitando la voz metálica de Arístides Bruant, intentaban entonar piezas cabareteras parisinas mientras alguien los acompañaba aporreando el teclado para desesperación del tabernero.
Els Quatre Gats se sumó al entusiasmo nacional por el compositor alemán Wagner y allí nació l'Associació Wagneriana, de gran trascendencia para la divulgación de su espíritu y su música en Cataluña. Por la cervecería pasaron las mejores figuras de la música española de la época como Albéniz y Granados y los fundadores de l'Orfeó Català Lluís Millet y Amadeu Vives, entre muchos otros.

El cartelismo  nació como una novedad

importada también  de Europa a finales
del siglo XIX . Casas diseñó sus prime-

ros carteles precisamente en Quatre Gats

para anunciar sus actividades. En las i-

magenes, dos muestras para las funcio-

nes de títeres y sombras chinescas, con

la sempiterna fisonomía de Romeu, co-

mo cabeza de cartel.

Pero las actividades experimentales genuinamente "Tetrafelinas" fueron las sombras chinescas y los títeres. Las sombras, como ya hemos dicho, las trajeron a Barcelona Pere Romeu y Miguel Utrillo después de sus experiencias en los EUA y sobre todo en el París de los cabarets artísticos: Se trataba de un juego de siluetas a base de figuras recortables que se proyectaban en una pantalla blanca y que representaban guiones humorísticos o poesías y canciones que eran leídas por actores y cantadas por reconocidas voces del momento. La experiencia obtuvo grandes éxitos a pesar de (o quizás por) su sencillez poética y original. Los títeres cogieron el testigo de las sombras y duraron más tiempo que las primeras, cerca de unos cuatro años, quizás porque el público infantil demostró ser más fiel y agradecido que los sesudos parroquianos que a veces encontraban aburridas y excesivamente simples las jornadas chinescas. Del guiñol se encargaron los famosos titiriteros figuerenses Ramon y Juli Pi los cuales, con su teatrito, hicieron las delicias de grandes y pequeños con el lujo de disponer, además, de las mejores plumas literarias que repetidas veces escribieron los guiones de los espectáculos. Los bastonazos, las idas y venidas esperpénticas de los títeres eran la forma de aquel teatro y la lucha entre el poder y el idealismo, el enfrentamiento entre los convencionalismos y el disfrute de la vida, eran su fondo.

LA REVISTA: La segunda semana de febrero de 1899 y al precio de diez céntimos (de las antiguas pesetas) apareció el primer número de la revista Quatre Gats como una publicación artístico-literaria que nació, como expresa su primer artículo editorial: a causa y deseo de publicar los trabajos premiados en el certamen que el día 31 de Enero tuvo lugar en mi Hostal y con  la promesa, si el ritmo de ventas lo hubiera permitido, de periodicidad semanal.

El ritmo de ventas, pero, permitió sólo la salida de quince números (los ocho primeros encima de estas líneas y los siete segundos bajo el párrafo) de cuatro páginas cada una en formato folio, hasta el 25 de mayo de 1899. Sus contenidos fueron muy dispersos y su circulación muy restringida pero en el interior se podían encontrar, aparte de los editoriales del propio Romeu, colaboraciones de Utrillo, Rusiñol, Pompeu Gener, Enric de Fuentes, Apel·les Mestres, Albert Llanas...

Pero además de todo esto, y sobre todo, la revista impacta por sus portadas a color de Casas (número 1 i 10), Mir, Pichot, Nonell, Rusiñol, Gosé (número 6 i 9), Vázquez, Opisso, Sardà, García i Escarré, Riquer, Torent y Mulder. Es interesante destacar también su carácter experimental ya que la publicación significó un trampolín para la emblemática revista Pèl & Ploma, la cual publicó ya cien números consiguiendo una popularidad y distribución envidiable y donde Casas inició su famosísima serie de retratos al carbón de los personajes más conocidos de la época. 

LOS FELIGRESES: Querer ser exhaustivos en la confección de la lista de personajes que pasaron por els Quatre Gats, es de todas una tarea imposible; siempre nos olvidaríamos de alguien y seguro que de alguien importante, por lo tanto es mejor citar sólo unos cuantos, los que dejaron un valor más testimonial.

Agrupados por oficios podríamos destacar los Arquitectos: Lluís Domènech i Montaner, Antoni Gaudí, Josep Puig i Cadafalch. Pintores y escultores: Hermen Anglada-Camarassa, Lluís Bonnín, Ricard Canals, Ramon Casas, Àngel Fernández de Soto, Emili Fontbona, Francesc García i Escarré, Pau Gargallo, Xavier Gosé, Manuel Martínez (Manolo), Apel·les Mestres, Joaquim Mir, Isidre Nonell, Ricard Opisso, Josep Lluís Pellicer, Pablo Picasso, Ramon Pichot, Darío de Regoyos, Romà Ribera, Alexandre de Riquer, Josep Rocarol, Jaume Sabartés, Francesc Sardà, Eveli Torent, Carles Vázquez, Ignacio Zuloaga. Literatos: Josep Aladern, Germans Álvarez Quintero, Rubén Darío, Enric de Fuentes, Pompeu Gener, Adrià Gual, Josep M. Jordà, Albert Llanas, Joan Maragall, Eduard Marquina, Rafael Nogueras, Eugeni d'Ors, Joan Pons i Massaveu, Francesc Pujols, Santiago Rusiñol, Guillem A.Tell, Juli Vallmitjana, Emili Vilanova, Salvador Vilaregut. Músicos: Isaac Albéniz, Joan Gay, Enric Granados, Joaquim Malats, Lluís Millet, Jaume Pahissa, Felip Pedrell. Políticos y financieros: Francesc Cambó, Manuel Girona, Narcís Verdaguer i Callís. Otros: Eleanora Duse y Teresa Mariani (actrices), Ramon y Juli Pi (titiriteros), Miquel Utrillo (promotor artístico y pintor), Sada Yacco (bailarina japonesa), Leopoldo Frégoli (transformista)...

EL FINAL: La fiesta, como hemos dicho antes, duró seis años: del 1897 al 1903, entre los cuales el local vivió uno de los cambios de siglo más fecundos como una aventura embriagadora y, como toda embriaguez, acabó con una larga resaca. Poco a poco los contertulios se fueron disgregando hacia otros puntos de Barcelona y a otras ciudades como París. Pere Romeu, acostumbrado a servir artistas y a montar espectáculos, se encontró cada vez más como un simple hostelero de un café de barrio hasta que un día de junio decidió clausurar definitivamente la taberna.

 

Un dibujo publicado en la revista l'Esquella de la Torratxa (encima de estas líneas) ilustraba el desencanto de los barceloneses por el cierre del local con un pareado que decía: Ya que Pere nos ha plantado / como quien dice sin avisarnos / ¿no habrá  una alma buena / que quiera venir a ampararnos?
El hostelero se dedicó a otras actividades relacionadas con el nacimiento del automovilismo, trabajando en un garaje y participando también en algunas carreras hasta que en el año 1908 murió a causa de una tuberculosis. -Él que estaba acostumbrado a beber alegre vino de parra, la gasolina... lo mató- dijo Santiago Rusiñol como final de un conmovedor artículo escrito en elogio de su amigo. Un negocio breve, una vida breve, una economía breve...pero un corazón grande, como grande era todo él, y grande también su aportación al movimiento cultural de aquella, hasta entonces, adormilada Barcelona. (Joan Romeu, noviembre 2003)